La escuela frente a las desigualdades

La escuela, como espacio educativo y social, refleja las desigualdades presentes en la sociedad. En el texto trabajado, se cuestiona cómo la educación, en lugar de reducir esas diferencias, muchas veces las reproduce, especialmente cuando se presenta el fracaso escolar como una responsabilidad individual y no como el resultado de un sistema desigual. Esta visión puede llevar a reforzar las diferencias entre los estudiantes, según su rendimiento académico o su origen social.

Sin embargo, cuando el docente reconoce estas dinámicas, puede convertir su práctica en una herramienta crítica, ayudando a sus estudiantes a reconocer sus fortalezas sin caer en comparaciones injustas, y evitando que la escuela se convierta en un espacio que margina.

Al pensar al tipo de ciudadano que formamos dentro de la escuela, no se puede dar una respuesta que responda a todos los ciudadanos. Idealmente, formamos ciudadanos críticos y capaces de transformar la realidad, pero la práctica muchas veces se ve limitada por estructuras que solo buscan preparar individuos funcionales al sistema.

Como menciona el texto: “Meter a la gente entre cuatro paredes no es solucionar el problema”. La escuela no puede homogenizar aprendizajes. Cada estudiante es único y se desarrolla de forma distinta. El docente, en su práctica, puede sembrar valores y actitudes que guíen a los alumnos a convertirse en agentes de cambio social.

Desde estos conocimientos, la misión del docente no solo es transmitir contenidos, sino actuar con consciencia social. El reto está en disminuir las desigualdades y formar ciudadanos activos y reflexivos. Aunque el cambio total no depende solo del maestro, su labor cotidiana puede sembrar pequeñas transformaciones que, con el tiempo, construyan una sociedad más justa.


(Figura 1 Las desigualdades educativas)


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