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Al terminar este curso, me llevo aprendizajes que van más allá de los conceptos teóricos. Esta materia ha sido clave en mi formación como futura docente, porque me permitió entender que la educación no se limita a lo que dice un currículum. Educar implica comprender el contexto, cuestionar lo establecido y abrir espacios donde los estudiantes puedan pensar, expresar y transformar.
A pesar de las dificultades que enfrentamos, como la suspensión de clases, se logró desarrollar una gran variedad de temas. Pero más allá del contenido, lo que más valoro fue el ambiente de diálogo que se generó. Las opiniones de los compañeros y de la docente enriquecieron el proceso, y cada clase se sintió como un espacio real de reflexión y crecimiento.
Uno de los momentos más importantes para mí fue participar en las exposiciones. Al principio me costaba mucho hablar en público; Sentí nervios y dudas. Sin embargo, con el paso del tiempo y gracias a la práctica constante, logré mejorar mi seguridad al expresarme frente al grupo. Eso no solo fortaleció mi confianza, sino que también me ayudó a imaginarme cómo podría actuar el día que esté frente a mis propios alumnos.
Algo que me marcó profundamente fue una frase que se mencionó en clase: “¿Cómo vamos a enseñar a aprender si nosotros mismos no nos cuestionamos?” Esa pregunta me hizo reflexionar sobre la importancia de ser docentes críticos, conscientes de lo que enseñamos y del impacto que generamos. Hoy entiendo que enseñar no es repetir contenidos, sino acompañar procesos, abrir preguntas y ayudar a que cada estudiante encuentre su voz.
Este curso me permitió crecer no solo como estudiante, sino como persona. Y por eso, me voy con una certeza: la verdadera educación empieza cuando dejamos de enseñar respuestas y empezamos a construir preguntas con sentido .
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